Feb 2, 2012


Lalo...

Tendría que empezar por decir que me ha costado trabajo escribir algo sobre mi hermano del alma.

Tengo un nudo en la garganta...

Mi historia es larga, es intensa y es hermosa.

Cuando lo conocí fue hace muchos años cuando Lalo regreso de EU en el año 1980. Un día Jorge me dijo que íbamos a ver a Lalo su amigo del cual ya había oído varias historias. El monkee era amigo de mi hermana Elena y resultaba que era el mejor amigo de Jorge.

En el momento que lo conocí supe quien era y cuanto lo iba a querer.

Y así empezó mi amistad (o más bien mi hermandad) con el hombre que sería parte esencial de mi vida.

Empezamos como hermanos, o sea que nos conocíamos y nos queríamos como hermanos. Nos peleábamos camino a la escuela (el Conservatorio), nos cuidábamos y nos contábamos todo.

Eso siguió a lo largo de toda nuestra historia; yo le contaba todo y él me contaba todo.

Él estaba a mi lado en todos los eventos de mi vida.

Y cuando digo todos es que son todos...

Lo recuerdo en todos los momentos de felicidad y de tristeza.

Y para mí fue siempre mi apoyo, mi consuelo, mi cómplice, mi guía...

Cuando nació mi hijo Daniel él me dijo:
“Yo voy a ser su padrino y voy a ver por el toda la vida.”

Y se encargo de cumplir su promesa.

Después recluto varios ahijados como a Isabel, Pablo y Beto.

Recuerdo sus llamadas periódicas, en las que me decía "¿Estelita como estas?".

Y empezaba yo a contarle todo, él me escuchaba...luego el me contaba lo suyo y yo lo escuchaba...

Recuerdo tantas veces que nos sentamos a tomar un vino y a platicar.
Extraño tanto estar así, una tarde platicando de todo, el y yo...

Desde que supe de su enfermedad, para mi cada instante de estos fue un tesoro. Yo sabía que un día solo sería un recuerdo para mí y lo veía tan bien, tan esperanzado, tan entero que difícilmente podía creerlo.

Veía a mi querido Lalo y pensaba en el día en que ya no estuviera conmigo.

Cuanto aprecio ahora cada instante de ese tiempo en que tuve la oportunidad de estar al lado de él. En el fondo el también lo sabía y por eso era tan especial.

No quería hablar de eso y yo lo respete hasta el último instante.

El estaba listo y esa era su manera de enfrentarlo.

Al final de sus días le dije, "¿Tú sabes cuánto te quiero verdad?"

Y me dijo: “Yo siempre lo he sabido Estelita; desde el día que te conocí.”

Ahora sueño con él y él regresa y me cuenta...y yo le cuento...

Estela Miller

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