Mar 1, 2012

Esa noche de agosto llegamos a casa de Lalo con la seguridad de que sería su partida, aunque después nos daría la sorpresa de regresar. Alrededor de las 2 de la mañana la condición de Lalo empeoró y parecía que se dejaba ir a otra esfera de realidad. Desperté a Estela, que dormía con un sueño intranquilo, y corrió de inmediato a su lado. Se recostó al borde de su cama y le acariciaba los pies, esos pies delgados y finos semejantes a una escultura de mármol. Yo me quedé en el quicio de la puerta, sin atreverme a entrar por no perturbar la escena. Susana y Patricia estaban de pie a unos cuantos pasos de la puerta, al lado de su cama, y Myrna estaba recostada a su lado. Era uno de esos momentos en que hubiera querido ser El Greco o alguno de los pintores flamencos para retratar el instante. La media luz dorada de las lámparas. Las sombras que se adivinaban detrás de la ventana. Las miradas atentas y los oídos prestos a escuchar sus últimas palabras. Es cierto que cuando uno está a punto de morir, en la mente se agolpan todos los recuerdos de nuestra propia vida, pero también es verdad que cuando alguien está al borde de la muerte, en la mente de los espectadores se despierta la memoria de los momentos vividos con esa persona. Bueno, por lo menos eso es lo que me pasó a mí.

¿Sexo o violencia?
            Recordé las primeras veces que conocí a Lalo. La ocasión en que, en casa de su mamá, estuvimos Jorge, Estela, Lalo, Susana y yo viendo por cable La Novicia Rebelde. Las risas ante los comentarios de Jorge sobre los comerciales. La teoría era que los anuncios de Cablevisión giraban sólo en torno a dos ideas: sexo y violencia, y a cada comercial Jorge anunciaba, “¿Ven? Sexo. Violencia. Sexo, sexo, violencia”. Después transfirió la misma idea a la película. Mientras Julie Andrews se paseaba por los Alpes o las monjas cantaban consejos sabios, Jorge decía, “Sexo. Violencia. Violencia, violencia, sexo, sexo…”. Creo que nunca me he reído tanto. Me acordé también de todas las comidas familiares. Las veces en que Lalo me lanzaba una mirada a través de la mesa para ver si le hacía segunda para abrir otra botella de vino. Nunca me negué a ello. Me encantaba compartir el vino con Lalo. Disfrutaba de las conversaciones, de cuando nos contaba sobre el último artículo que había leído en Time (después de todo era el “Time Dude”), de cómo se azotaba si alguien mencionaba la psicología (a la que, según creo, consideraba como una “jalada”).

            También vino a mi mente la despedida en el aeropuerto cuando Lalo fue a Medjugorje. Ese fue un viaje muy importante en su vida. Y el tiempo en que hizo música para Tina Nina o como se haya llamado. El estreno de “Acapulco en la Azotea” y el Minimalismo Tropical. El paseo que dimos por el bosquecito cerca de su casa en San Pedro. Fotos y más fotos en mi memoria, junto con esas notas mentales que uno hace: Lalo en Navidad aconsejando y confortando a mi mamá; Lalo, Susana, Patricia y yo en nuestra casa esperando a que los pollos se cocieran en el horno para poder comer. Lalo enojado en Sanborns porque hablé mal del Papa y luego disculpándonos ambos por nuestros respectivos exabruptos. Lalo, Julieta, Susana y yo en Cuernavaca la noche en que murió su papá.

Susana, Gloria y Lalo
            Poco tiempo antes de morir nos invitó a todos a su casa. Lo hizo expresamente para reunir a sus dos hermanas, Elisa y Susana, y para despedirse de sus amigos como a él le gustaba; con risas y buena conversación y música. En lo personal, me regaló la posibilidad de vernos otra vez a través de la mesa para compartir una copa (o muchas) de vino. Creo que, como expresó él mismo al citar a Henry James, "Three things in human life are important. The first is to be kind. The second is to be kind. And the third is to be kind." Aunque no es posible reducir la vida de alguien a una sola oración, en este caso sí refleja mucho de lo que Lalo aspiró a ser: amable, bondadoso, bueno. No hay nada que indique mayor éxito en la vida que alcanzar ese tipo de meta personal en la que la mente y el espíritu se reflejan en los propios actos. Y eso, entre otras muchas cosas, ha logrado Lalo. Y hablo en presente porque Lalo ES. No sólo en los recuerdos, sino en el ejemplo a seguir. El constante esfuerzo por ser mejor, por ser bueno. Un propósito que quizá a algunos les parezca poco en comparación con éxitos más “brillantes”. Ese logro atrajo hacia él el mayor amor y devoción que se pueda alcanzar. Trató de vencer sus demonios personales, que eran varios y, si me lo preguntan, lo consiguió y con mención honorífica.

Gloria Padilla.

No comments:

Post a Comment