Aparentemente, Moisés descendió del Monte Sinaí con las Tablas de la Ley un jueves. Tanto la tradición judaica como islámica indican que los jueves son días propicios para el ayuno. También es el día de Acción de Gracias en EUA y, por supuesto, el jueves es el día de Mushkil Gusha.
La primera vez que oí de
Mushkil Gusha fue a través de Lalo. Durante un tiempo estuvo muy interesado en
la filosofía sufí y se topó con la historia de Mushkil Gusha. Es una narración
relativamente complicada que trata de un pobre leñador y su hija y de cómo sus
problemas desaparecen por intercesión de Mushkil Gusha, disipador de toda
dificultad, cuya única petición es que compartan lo que tienen con otros y lo
recuerden los jueves. En una discusión acerca de la historia, leí que aunque
nunca se especifica la identidad de Mushkil Gusha, la única conclusión a la que
se puede llegar es que es una representación de Dios.
Hoy, Jueves Santo, noté
que existe un interesante paralelismo entre esta narración y la institución de
la Sagrada Comunión. En la Última Cena, Jesús esencialmente les pide a sus
apóstoles que hagan lo mismo. Que compartan lo que tienen con otros y que lo
hagan en conmemoración de Él. Durante el pontificado de Juan Pablo II, instituyó
un “nuevo” conjunto de Misterios para rezar el Santo Rosario: los Misterios
Luminosos. Uno de estos es precisamente la institución de la Eucaristía. Estos
Misterios de Luz han de rezarse, por supuesto, los jueves.
¿Será ésta la razón por la
que los jueves se volvieron tan importantes? ¿Habrá algo del día mismo que nos
invita a compartir, a entrar en comunión con otros en el verdadero sentido de
la palabra? Por la razón que haya sido, ese era nuestro día, el día en que compartíamos lo que teníamos
entre nosotros: noticias, chistes, penar, historias. De modo que, siguiendo
nuestra tradición, tengan un buen jueves y compartan lo que tienen con otros.
Susana
Olivares Bari
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