Apr 26, 2012

¿Por qué exactamente empezó a usar drogas mi hermano? Aunque era de lo más franco y abierto acerca de su adicción a la mota, nunca se lo pregunté; sencillamente era algo que así era. Supongo que, como otros miembros de la familia, también responsabilicé a los culpables habituales: sus dificultades con mi papá, su necesidad de aceptación por parte de otros, las malas compañías. Pero en realidad nunca se me ocurrió preguntárselo de manera directa, de averiguar su versión de los hechos.

            Empezó a usar mota después de que nos mudamos a la casa de la Calle de Taxco en la Colonia roma de la Ciudad de México. Debe haber tenido alrededor de 14 o 15 años para ese entonces y lo metió en un mundo de problemas, en adición a los conflictos que ya tenía con mi papá. Por supuesto, fue a principios de los setentas. Las drogas eran parte del ambiente y hacían que uno pareciera genial y moderno y en onda, de modo que supongo que eso tuvo algo que ver.

            Debido a la diferencia de casi seis años que había entre nosotros, yo realmente no participaba en las discusiones que surgieron por ello; más bien fui una especie de espectadora. Recuerdo que había grandes peleas y muchas lágrimas, especialmente de parte de mi mamá, quien desesperadamente trató de hacer que no lo hiciera y de establecer la paz entre los dos hombres de la familia. Recuerdo la vez que entré al baño y vi todo el lavabo y el piso alrededor cubierto en mechones de pelo. Mi papá había agarrado a Lalo y le había cortado el pelo sin ton ni son después de alguna escena de gritos. La impresión que me dejó fue como de alguna escena del crimen. Aunque sólo era pelo y yo no había estado allí para presenciarlo, podía intuir la violencia tras del acto. Pudo haber sido sangre por todas partes; la sensación era la misma. Después de eso, Lalo se fue de la casa a Dios sólo sabe dónde. No fue la primera vez y no habría de ser la última.

            Mi mamá, como siempre, trató de encontrar algún tipo de solución. Habló con él, habló con mi papá, habló con ambos. Involucró a Lalo en un grupo de la iglesia que conducía un sacerdote joven y moderno. Cuando mis papás se separaron, mandó a Lalo a vivir con mi papá por un rato para ver si los dos podían “conectarse” de manera más significativa. En cierto modo lo hicieron; mi papá terminó fumando mota con mi hermano. Ahora, también le interesaba ser genial y moderno y en onda. Después lo mandó a vivir con mi abuelita y su protegido, un amigo de Lalo cuyos padres también se habían separado y que vivía bajo la tutela de mi abuelita. Eso tampoco funcionó del todo bien (¡también terminaron fumando mota juntos!). Al final, Lalo regresó a vivir con nosotras, siguió usando y, en 1976 se fue a vivir a París con una amiga pintora de mi mamá; pensó que vivir por sí solo podría ayudarlo a actuar de manera más responsable. Así lo hizo, pero nunca dejó de usar mota; su adicción se había vuelto irremediable.

            A medida que pasó el tiempo, Lalo viajó a Nueva York mientras vivimos allí, se quedó en EUA durante un buen tiempo, regresó a México y vivió con nosotras durante otra época y, finalmente, empezó a vivir independientemente. Luchó contra sus demonios, dejó de usar todas las demás drogas realmente fuertes e incluso llegó a dejar la marihuana durante periodos distintos. A lo largo de todo esto, nunca se convirtió en menos de lo que siempre fue: amable, amoroso, dulce. Lo que quedó fue toda una serie de “aventuras” que trataré de rememorar y narrar, poco a poco, y una imperecedera pasión por la vida.

            Cuando recuerdo todo esto, lo único que puedo pensar es que me da gusto que haya pasado. Incluso con las peleas, los problemas y las lágrimas, todo ayudó a moldearlo en lo que se convirtió, y se convirtió en una persona excepcional. No me lo crean a mí…pregúntenle a quien quieran; todos les dirán lo mismo.

Susana Olivares Bari

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