(Parte III: Nueva York)
El famoso boleto abierto que mi mamá
había insistido en comprarle a Lalo es lo que lo llevó a Nueva York. Faltaba
poco tiempo para que regresáramos a México, pero el mejor amigo de Lalo, Jorge,
estaba viviendo en Manhattan en ese momento y también había hablado con él y lo
había convencido que la Ciudad de Nueva York era el lugar en el que debía
estar, musicalmente hablando. Después de un corto tiempo con nosotras, Lalo
rentó un departamento en SoHo y se mudó allí con un montón de cosas que mi mamá
le dio para arrancar y una plétora de cucarachas gigantes
que me dijo aprendió a espantar dando de patadas en el piso antes de prender la luz para no tener que verlas escabullirse a sus escondrijos. También me contó que había un viejo LP clavado a lo alto de una de las paredes. Parecía haber un hoyo detrás del disco, pero nunca tuvo el valor de descolgarlo para averiguar qué había detrás.
Uno de sus primeros trabajos de día
fue como lavaplatos. Aparentemente, era tan increíblemente bueno en su trabajo
que, de hecho, se lo “robó” otro restaurante mediante ofertas de más paga. En
las noches, tocaba en una banda de rock punk en el famoso CBGB durante la época
en que tocaban los Ramones, Patti Smith y los B52. En algún momento dado,
alguien del grupo de Patti Smith se le acercó y le preguntó si quería tocar con
ellos, pero Lalo entró en pánico y dijo que no era lo suficientemente bueno. Lo
recuerdo hablando con mi mamá acerca de ello pero aunque ella le dijo que se
aventara a hacerlo, no sintió que podía. que me dijo aprendió a espantar dando de patadas en el piso antes de prender la luz para no tener que verlas escabullirse a sus escondrijos. También me contó que había un viejo LP clavado a lo alto de una de las paredes. Parecía haber un hoyo detrás del disco, pero nunca tuvo el valor de descolgarlo para averiguar qué había detrás.
En Nueva York, Lalo vivió muchas de
sus ahora clásicas “aventuras”; cosas que sólo le pudieron haber pasado a él.
Una noche, por ejemplo, estaba caminando en la calle muy tarde cuando unos tipos
salieron de un callejón, navajas desenvainadas. Lalo levantó las manos y les
dijo que se llevaran lo que quisieran. Uno de ellos le dijo algo a otro…¡en
español! De inmediato, Lalo empezó a hablar en español también, diciéndoles a
los tipos que era de México. Como sería natural, inmediatamente guardaron las
armas y lo escoltaron de vuelta a su vecindario, diciéndole que se cuidara y
que estuviera pendiente de los lugares a los que iba de noche.
El departamento de Lalo estaba en la “frontera” de la Pequeña Italia. Era increíble ver cómo cambiaba el vecindario con sólo cruzar una calle. Del lado en que vivía Lalo, todo estaba sucio, deteriorado, viejo. Del otro lado, todo estaba limpio, las calles barridas y recuerdo que incluso los hidrantes estaban pintados de verde, blanco y rojo. Una noche, cuando Lalo llegaba a su departamento después de una tocada, se sorprendió al ver una muchedumbre al pie de su edificio, junto con coches de bomberos y patrullas. Cuando preguntó qué había pasado, se le informó que había habido un incendio; ¡alguien le había prendido fuego a su departamento, y sólo a su departamento! Se quedó parado entre el gentío, aturdido. De repente, alguien llegó por detrás de él y le empujó algo en la mano. Volteó para ver quién había sido, pero no pudo ver a la persona. Al mirar hacia abajo, vio todos sus papeles: pasaportes, identificación, acta de nacimiento, todo. Evidentemente, alguien había dado la orden de quemar sus cosas, pero había tenido la extraña cortesía de salvar sus documentos importantes. Cuando le pregunté mucho después quién pensaba que había sido o qué razones habían tenido para hacerlo, me dijo que siempre había sospechado que era alguien de la Pequeña Italia, pero que verdaderamente no tenía idea de quién había sido ni por qué razón. ¿Habrá sido un caso de identidad equivocada? ¿Había algo valioso escondido detrás del LP misterioso? ¿Y quién le habló a mi mamá en México para avisarle que había habido un incendio horas antes de que oyéramos de Lalo? Ninguna de estas preguntas encontró respuesta.
Lalo debe haber tenido muchas otras experiencias durante su época en Nueva York, pero nunca las compartió. Sé que hubo un momento en que literalmente se quedó sin dinero y tuvo que vivir en “Ciudad Alfabeto”, un vecindario de Manhattan que, en aquel entonces, contaba con áreas increíblemente peligrosas y edificios vacíos donde las personas podían vivir gratis y donde abundaban las actividades ilegales.
Se quedó en Nueva York sólo uno o dos años. Al viajar a México para visitarnos, se detuvo en Davenport, Iowa. Allí, Mimi, nuestra abuela, ofreció pagarle sus estudios universitarios si se quedaba con ella, lo que inició una nueva etapa en sus travesías.
Susana
Olivares Bari
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