Jul 19, 2012

Viajante
(Parte VI: Medjugorje)

Durante la época en que Lalo vivió con mi abuela Chayo, allá por principios de los años setenta, tuvo un sueño que recuerdo que nos contó. Supongo que el recuerdo es extremadamente vívido para mí porque nunca había oído a nadie contar ese tipo de sueño. En él, Lalo contó que estaba mirando hacia el cielo cuando veía a la Virgen María aparecer

sobre él. Ella le había sonreído con dulzura y después había dejado caer dos claveles a las manos de Lalo: uno blanco, el otro rojo. Recuerdo que estaba muy sorprendido con su sueño y se preguntaba mucho qué podría querer decir. Tal vez esté sobreinterpretándolo en la actualidad, pero sucesos posteriores parecerían darle un significado especial.


            Años después, cerca de finales de 1993, cuando Lalo estaba participando en el grupo de estudio de John Grepe, se decidió que un pequeño número de participantes viajarían a Medjugorje, donde se afirmaba que había apariciones de la Virgen.

            Lalo realmente quería ir, pero sabía que estaba fuera de toda posibilidad. Había una serie de obstáculos infranqueables que hacían imposible que viajara a Medjugorje. Primero y más que nada, estaba la cuestión del dinero. No tenía ni un quinto y, por tanto, no podía pagar el viaje. Además de eso, no tenía su cartilla, el documento militar obligatorio que todo varón mexicano debe obtener al cumplir los 18 años de edad. Este documento indica que la persona en cuestión a completado su “servicio militar”; en tiempos de Lalo, esto consistía de un año de mañanas de Sábado que se pasaban haciendo prácticas de marcha y calistenias. Después de eso, el documento se “liberaba”, lo que significaba que estaba oficialmente autorizado. Sin la “cartilla liberada”, un hombre no podía sacar un pasaporte entre los 18 y los 45 años de edad, después de lo cual el documento era innecesario ya que sus “obligaciones militares” se daban por terminadas.

            Lalo ni siquiera había acudido a obtener el documento preliminar, la precartilla. En aquellos entonces, se podía tener más de una nacionalidad hasta cumplidos los 18 años de edad, cuando era necesario decidirse por una nacionalidad definitiva. Como siempre, para Lalo, la suerte intervino; había abandonado el país al viajar a París poco antes de que venciera su “último” pasaporte mexicano y con un pasaporte estadounidense nuevecito. De París había viajado a EUA como ciudadano americano; de EUA había venido a México con una visa de turista, había regresado a EUA como ciudadano americano y había regresado a México en forma definitiva como turista. Una vez aquí, había usado su Acta de Nacimiento mexicana para sacar documentos oficiales como su licencia de manejo y le había pedido a mi papá que le consiguiera una precartilla no totalmente legítima con un familiar de la segunda esposa de mi papá; este miembro de su familia estaba en el Ejército Mexicano. Utilizaba la precartilla en todos los demás casos en que era necesaria. La mayoría de las veces, uno se podía manejar con la precartilla, excepto en el caso del pasaporte. Para eso, se tenía que tener todo completo, la cartilla liberada, o no había forma de salir del país a menos que aún se tuviera una visa de turista válida (que permitía una “visita” máxima de seis meses), o de lo contrario se tenía que literalmente pasar la frontera de EUA a pie con el Acta de Nacimiento Estadounidense en la mano, haciéndose pasar por un residente americano que había tomado un paseo al otro lado de la frontera y que había perdido la visa de turista en el camino (por supuesto, Lalo hizo esto un par de veces cuando fue a EUA de visita con su amigo, Carlos). En el caso de Medjugorje, no había posibilidad de salir sin un pasaporte válido y, sin la cartilla liberada, no había forma de obtenerlo.

            Si algo así le hubiera sucedido a cualquier persona que no fuera Lalo, hubiera sido el fin. ¿En el caso de Lalo? Difícil, tal vez, pero no imposible. Un amigo suyo dentro del grupo de Grepe ofreció prestarle el dinero necesario porque creía fervientemente que Lalo tenía que ir a Medjugorje. ¿Por qué creía esto? No lo puedo recordar, pero le era lo suficientemente importante como para financiar a Lalo. ¿Pero qué de la cartilla, del pasaporte, de la imposibilidad de abandonar el país? Algún amigo de un amigo conocía a un tipo que era abogado y que conocía a alguien más que le consiguió a Lalo una dispensación temporal para que pudiera obtener un pasaporte temporal que sólo duraría lo bastante como para llevarlo a Bosnia y Herzegovina y de regreso.

            Durante el viaje, creo que Lalo encontró más preguntas que respuestas; no podía decidirse del todo en cuanto a lo que estaba sucediendo en Medjugorje. Pero sí conoció a un hombre de México que le ofreció un trabajo de maravilla a cargo de todo el departamento de música de un pequeño canal católico de televisión. Lalo trabajó con él por años y pudo afirmar su reputación como músico y productor. También trajo consigo algún extraño virus de catarro que propagó entre todos nosotros. Volvió a hacer lo mismo cierto tiempo después cuando viajó a Venezuela en busca de otro grupo de apariciones de la Virgen.

            ¿Esto habrá contribuido a su fervor? Indudablemente. Aún si nunca se sintió seguro de las manifestaciones de la Virgen en esos dos lugares, fueron parte de su viaje espiritual. Y, curiosamente, además de el sueño que tuvo de adolescente y de estos dos viajes en busca de la Santísima Madre, me gusta pensar que lo llamó a su servicio el día que murió: el 8 de septiembre, Fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María y, naturalmente, un jueves.

Susana Olivares Bari

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